El 28 de junio de 2007 fue declarado
Patrimonio Natural de la Humanidad por la UNESCO, Organización de la ONU para
la Educación, la Ciencia y la Cultura, reunida en Nueva Zelanda. El beneficio
que conllevó ser incluido en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO, estuvo
en su reconocimiento internacional al pasar a pertenecer al cuadro de
honor de los lugares más importantes del mundo. Además del prestigio,
la distinción consiguió afianzar el compromiso mundial de su conservación y
protección para las generaciones futuras.
Situado en la isla de Tenerife, en las Islas Canarias, el Parque Nacional
del Teide tiene una extensión de 18.990 hectáreas de un paisaje
espectacular, de excepcional belleza, con elementos geológicos de extraordinaria
singularidad y relevancia mundial, entre los que sobresale
el estratovolcán Teide – Pico Viejo que, con sus 3.718 metros de
altitud es la cumbre más alta de España.
El Teide, además de ser un volcán activo, es
la tercera estructura volcánica más alta y voluminosa del planeta,
levantándose 7.500 metros por encima del fondo oceánico de la zona.
Su Parque Nacional incluye una serie de elementos geológicos de excepcional
interés y muestra la evolución completa de una fase muy avanzada de la
formación de las islas volcánicas oceánicas que se encuentran en el interior de
las placas y que constituyen la litosfera terrestre. Por todo ello el Parque
Nacional del Teide constituye un monumento único de la historia de la Tierra y
de la naturaleza.
En la cosmogonía de los primeros habitantes de
Tenerife, los guanches, el Teide representaba la Montaña
Sagrada por excelencia y un referente simbólico para los habitantes de
las otras islas del archipiélago canario. El carácter sagrado de la montaña y de
su entorno, se fue reforzando en el tiempo con las diversas erupciones
volcánicas presenciadas por los aborígenes que, a pesar de ser temidas, no
impidieron una ocupación humana de tipo temporal y estacional, con su ganado. Prueba
de ello es que en Las Cañadas del Teide es donde se conserva la mayor y mejor
cantidad de restos arqueológicos sobre los guanches, añadiendo al
atractivo del Parque Nacional el de poder profundizar en el conocimiento de las
formas de vida de las sociedades indígenas de Tenerife.
Primero los aborígenes y, más tarde, los
colonizadores europeos, aprovechan y explotan los recursos que ofrece el Teide
y su entorno. El pastoreo, la recogida de leña y cisco, el carboneo, la
apicultura y, más adelante, la extracción de minerales, entre las que destaca
la de azufre y piedra pómez, junto con la retirada de tierras de colores, de
flores, de hielo y agua, se mantienen hasta que en 1954 todas las actividades
de explotación en la zona son interrumpidas con la creación del Parque
Nacional, que lo dotará de un reglamento que regirá el espacio natural
protegido.
El Parque Nacional del Teide se configura a
partir de elementos geográficos de rasgos morfológicos y geológicos muy
definidos, entre los que, indudablemente, destaca el Teide, formado
en el Pleistoceno y situado en el centro de una gran depresión, la Caldera de
Las Cañadas, limitada por una pared de abruptos escarpes y, al oeste, un
desnivel de hasta 650 metros, dejando al descubierto los diferentes
estratos de la historia geológica de la zona. También, entre la base del
estratovolcán y el pie de la pared, existe un extenso campo de lavas y
piroclastos recientes, procedentes del Teide – Pico Viejo y sus conos
adventicios. Asimismo, el Parque Nacional también alberga nuestras
espectaculares de volcanismo reciente, de fecha histórica, asociado a la
emisión de magmas basálticos, como el Volcán de Fasnia, cuya actividad acaeció
en 1705 y la erupción de Narices del Teide, ocurrida en 1798, cuyas lavas
cubren una superficie de unos 4,5 kilómetros cuadrados dentro del
Parque. Por su contenido, grado de conservación y excelente exposición, el
conjunto volcánico del Parque Nacional del Teide constituye una referencia
obligada, tanto para los científicos y estudiosos de la vulcanología, como para
cualquier persona interesada en los procesos naturales o, simplemente, en su
belleza estética.
En cuanto a su biodiversidad, el Parque
Nacional del Teide es una de las mejores muestras a nivel mundial de cómo las
fuerzas evolutivas han incidido sobre la flora y la fauna de la alta montaña
oceánica, dando como resultado la existencia de una alta diversidad y una
elevada tasa de endemicidad, difícilmente superables en la alta montaña
continental, constituyendo el exponente más diverso y, probablemente, mejor
conservado de los ecosistemas atlánticos de alta montaña insular, concentrando
en tan escaso espacio una flora y una fauna excepcionales, caracterizadas por
su altísimo nivel de endemicidad. Un dato importante es que cerca de cincuenta especies
de plantas vasculares y una importantísima biodiversidad faunística, tienen en
el Parque sus únicas o sus mayores poblaciones en el planeta. La endemicidad ha
venido propiciada por una situación muy particular, en la que confluyen dos
fenómenos de insularidad: la propia de una isla oceánica y su gran altura. El
Teide es punto más alto del océano Atlántico y Tenerife es la isla volcánica
más alta del mundo tras Hawai.
A lo largo de la Historia el Teide y su entorno, también han jugado un importante papel en el avance
de la ciencia y el conocimiento. Su territorio ha sido y és, objeto y soporte
de investigaciones científicas en diversos campos. Su proximidad a Europa, su
carácter de encrucijada en las rutas oceánicas, sus ecosistemas y la
accesibilidad del Teide explica que naturalistas, científicos y personajes de
las élites cultas de Europa se sintieran atraídos, durante siglos, por el gran
volcán. En la actualidad, el Parque Nacional del Teide recibe miles de
visitantes cada día y más de tres millones y medio al año, que se reparten por
su geografía admirando su belleza y su singularidad. No obstante, una adecuada
infraestructura, con una buena organización, y un completo equipo humano que
vela por el cumplimiento de las normas y por su conservación, hacen que el
Parque se mantenga en óptimas condiciones.
Otro gran
atractivo del Parque Nacional del Teide es su cielo nocturno. Contemplarlo en
una noche sin Luna es una experiencia inolvidable. La altura del terreno y la
ausencia de contaminación hacen que la bóveda celeste adquiera una luminosidad
especial que permite al visitante observarlo como en ningún otro sitio. Por
tanto, no es de extrañar que en sus inmediaciones se instalara uno de los
observatorios astronómicos más importantes del mundo: el Observatorio
Astrofísico de Izaña.
Aunque siempre hay
muchas cosas que se pueden mejorar, lo cierto es que el Parque goza de una
buena salud y está administrado con una especial sensibilidad que garantiza su
conservación y el futuro para un paraje natural que es un orgullo para los
tinerfeños, para los canarios y para todos los españoles.
Ángel Alonso
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