La curiosidad y las ansias de conocimiento iniciaron la leyenda de una
tierra inquietante y mágica, donde la poderosa identidad de sus habitantes y el
misterio de su naturaleza, continúan ejerciendo su atracción irresistible sobre
el espíritu inquieto de cualquier viajero.
El nacimiento del río más famoso del mundo
fue el objetivo más perseguido por los grandes exploradores del siglo XIX.
Muchos se equivocaron de lleno, pero descubrieron a los occidentales el
“corazón” de un continente que antes se veía como un perfil casi vacío.
Fue el 28 de julio de 1862 cuando el
explorador británico John Hanning Speke, en una segunda expedición, alcanzó el
punto en el que una fuga de agua situada en la parte septentrional de un gran
lago, al que los nativos llamaban Nyanza,
daba origen al gran río africano... Speke bautizó aquellas cascadas con el
nombre de Ripon, por aquel entonces presidente de la Royal Geographical
Society, y así describió el lugar: “Un
espectáculo capaz de hechizar durante horas… las aguas rugían, miles de peces
brincaban contracorriente… los hipopótamos y cocodrilos remoloneaban en el
agua”…
Speke por fin acababa de localizar para la
historia las Fuentes del Nilo en el
lago más grande de África, al que denominó Lago Victoria en honor a su reina.
Años después, en 1875, otro importante explorador llamado Henry Morton Stanley,
al circunnavegar el gran lago, resolvería definitivamente el enigma del
nacimiento del río cuyas aguas habían dado vida y vigor a la civilización
egipcia desde tiempos inmemoriales. La hipótesis de Speke era correcta: el Nilo
nacía en el Lago Victoria.
Un aroma familiar
La sensación que tuve al llegar a las
orillas del Lago Victoria, curiosamente, fue como de reencuentro. Sin haber
estado nunca por esas latitudes, en cierta forma, tuve la impresión de hallarme
en casa... Tal vez es posible que mis genes ancestrales, esos que todos
llevamos dentro y que de cuando en cuando se nos manifiestan, me recordaran nuestros
remotos orígenes en una pareja de homínidos que hace centenares de miles de
años surgió y habitó por esta zona del planeta.
Aunque el avance incontrolado del siglo XX
y, también, del XXI, tiene su impronta por todos los sitios (en la mayoría de
los casos afortunadamente), lo cierto es que los alrededores del Lago Victoria
todavía presentan hermosos rincones donde aún se adivina la naturaleza en su
estado más puro y salvaje, tal y como la conocieron nuestros predecesores
evolutivos… Por eso no es extraño que, en ese ambiente, también resulte fácil
imaginarse a los primeros blancos que, en la segunda mitad del siglo XIX, época
dorada de la exploración africana, se adentraron por estas tierras.
La emoción se dispara y el pensamiento nos
lleva en busca de culturas desaparecidas, ciudades remotas, tribus perdidas o,
incluso, tras la pista de las Minas del
Rey Salomón... Si desde el interior del lago miramos al horizonte, el verde
intenso de la vegetación sólo se verá interrumpido con el azul de un cielo
limpio que, por la noche y de forma descocada, nos abruma mostrando la desnudez
espacial visible desde la Tierra. Particularmente tengo que resaltar la conmoción
que me produjo la contemplación de la Cruz del Sur, punto de referencia del
Polo Sur Geográfico y que sólo es visible desde el hemisferio Sur.
Con 69.482 kilómetros cuadrados de
extensión y una profundidad máxima de 82 metros, el Lago Victoria está situado
a 1.151 metros de altitud y en su parte septentrional es atravesado por la
línea del Ecuador. Debido a ello la región goza de un clima suave durante todo
el año.
Formado hace dos millones de años en medio
del altiplano que separa los brazos oriental y occidental del Gran Valle del
Rift, el Lago Victoria no tiene flujos de entrada grandes y su nivel se
mantiene con las fuertes lluvias que caen sobre su superficie y del agua que
escurre de las tierras altas circundantes. En sus aguas habitan más de
doscientas especies de peces y en sus orillas se asientan diversos grupos
étnicos de mayoría bantú, entre los
que destacan los ganda, los kiga, los kikuyu, los luhya y,
también, los masai, estos últimos de
origen nilocamita, todos ellos viviendo principalmente de la pesca, la
agricultura y del comercio que se realiza gracias a las numerosas
embarcaciones, a vela y a vapor, que cruzan este gran mar interior de agua
dulce, conectando entre sí las diferentes ciudades que se levantan en sus
inmediaciones… Porque, por sí mismo, el gran Lago Victoria constituye una
excelente vía de comunicación entre los tres países que son bañados por sus
aguas: Uganda, Kenia y Tanzania.
Sin duda el Lago Victoria es una de las
referencias más características del atlas mundial, un lugar de leyenda y
misterio donde el aroma de lo que vemos y sentimos nos entrará por los poros e
impregnará nuestro espíritu… ¿Será esto la
llamada de África?
Ángel
Alonso
A mi
amigo Rogelio, con cariño y admiración, deseándole una rápida recuperación…
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