jueves, 26 de julio de 2018

Lago Victoria, un viaje a las Fuentes del Nilo

Desde la antigüedad, la búsqueda del origen del Nilo ha sido la gran aventura. Egipcios, griegos y romanos abrieron la exploración a unos paisajes que retenían la fuerza del principio del mundo.



La curiosidad y las ansias de conocimiento iniciaron la leyenda de una tierra inquietante y mágica, donde la poderosa identidad de sus habitantes y el misterio de su naturaleza, continúan ejerciendo su atracción irresistible sobre el espíritu inquieto de cualquier viajero.

El nacimiento del río más famoso del mundo fue el objetivo más perseguido por los grandes exploradores del siglo XIX. Muchos se equivocaron de lleno, pero descubrieron a los occidentales el “corazón” de un continente que antes se veía como un perfil casi vacío.

Fue el 28 de julio de 1862 cuando el explorador británico John Hanning Speke, en una segunda expedición, alcanzó el punto en el que una fuga de agua situada en la parte septentrional de un gran lago, al que los nativos llamaban Nyanza, daba origen al gran río africano... Speke bautizó aquellas cascadas con el nombre de Ripon, por aquel entonces presidente de la Royal Geographical Society, y así describió el lugar: “Un espectáculo capaz de hechizar durante horas… las aguas rugían, miles de peces brincaban contracorriente… los hipopótamos y cocodrilos remoloneaban en el agua”


Speke por fin acababa de localizar para la historia las Fuentes del Nilo en el lago más grande de África, al que denominó Lago Victoria en honor a su reina. Años después, en 1875, otro importante explorador llamado Henry Morton Stanley, al circunnavegar el gran lago, resolvería definitivamente el enigma del nacimiento del río cuyas aguas habían dado vida y vigor a la civilización egipcia desde tiempos inmemoriales. La hipótesis de Speke era correcta: el Nilo nacía en el Lago Victoria.


Un aroma familiar

La sensación que tuve al llegar a las orillas del Lago Victoria, curiosamente, fue como de reencuentro. Sin haber estado nunca por esas latitudes, en cierta forma, tuve la impresión de hallarme en casa... Tal vez es posible que mis genes ancestrales, esos que todos llevamos dentro y que de cuando en cuando se nos manifiestan, me recordaran nuestros remotos orígenes en una pareja de homínidos que hace centenares de miles de años surgió y habitó por esta zona del planeta.

Aunque el avance incontrolado del siglo XX y, también, del XXI, tiene su impronta por todos los sitios (en la mayoría de los casos afortunadamente), lo cierto es que los alrededores del Lago Victoria todavía presentan hermosos rincones donde aún se adivina la naturaleza en su estado más puro y salvaje, tal y como la conocieron nuestros predecesores evolutivos… Por eso no es extraño que, en ese ambiente, también resulte fácil imaginarse a los primeros blancos que, en la segunda mitad del siglo XIX, época dorada de la exploración africana, se adentraron por estas tierras.


La emoción se dispara y el pensamiento nos lleva en busca de culturas desaparecidas, ciudades remotas, tribus perdidas o, incluso, tras la pista de las Minas del Rey Salomón... Si desde el interior del lago miramos al horizonte, el verde intenso de la vegetación sólo se verá interrumpido con el azul de un cielo limpio que, por la noche y de forma descocada, nos abruma mostrando la desnudez espacial visible desde la Tierra. Particularmente tengo que resaltar la conmoción que me produjo la contemplación de la Cruz del Sur, punto de referencia del Polo Sur Geográfico y que sólo es visible desde el hemisferio Sur.

Con 69.482 kilómetros cuadrados de extensión y una profundidad máxima de 82 metros, el Lago Victoria está situado a 1.151 metros de altitud y en su parte septentrional es atravesado por la línea del Ecuador. Debido a ello la región goza de un clima suave durante todo el año.


Formado hace dos millones de años en medio del altiplano que separa los brazos oriental y occidental del Gran Valle del Rift, el Lago Victoria no tiene flujos de entrada grandes y su nivel se mantiene con las fuertes lluvias que caen sobre su superficie y del agua que escurre de las tierras altas circundantes. En sus aguas habitan más de doscientas especies de peces y en sus orillas se asientan diversos grupos étnicos de mayoría bantú, entre los que destacan los ganda, los kiga, los kikuyu, los luhya y, también, los masai, estos últimos de origen nilocamita, todos ellos viviendo principalmente de la pesca, la agricultura y del comercio que se realiza gracias a las numerosas embarcaciones, a vela y a vapor, que cruzan este gran mar interior de agua dulce, conectando entre sí las diferentes ciudades que se levantan en sus inmediaciones… Porque, por sí mismo, el gran Lago Victoria constituye una excelente vía de comunicación entre los tres países que son bañados por sus aguas: Uganda, Kenia y Tanzania.

Sin duda el Lago Victoria es una de las referencias más características del atlas mundial, un lugar de leyenda y misterio donde el aroma de lo que vemos y sentimos nos entrará por los poros e impregnará nuestro espíritu… ¿Será esto la llamada de África?

Ángel Alonso
  
A mi amigo Rogelio, con cariño y admiración, deseándole una rápida recuperación…

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