Una visita a la ciudad de Xian puede resultar apasionante. En ella el
visitante, no sólo se puede sentir fascinado por la contemplación de los
guerreros de terracota, guardianes de la tumba del primer emperador de China,
sino que también el visitante puede acabar dejándose seducir por la ciudad, su
historia y su cultura milenaria.
Sin duda Xian es uno de esos puntos
mágicos que reclaman nuestra atención en el atlas y que señala unos de los
lugares con más historia del mundo. Dejando al margen que los primeros restos
de homínidos en la zona se remontan a los ochocientos mil años y que los
orígenes de los asentamientos, que más tarde darían paso a la ciudad, puedan
situarse en torno a los seis mil años antes de Cristo, el dato más apasionante
es que, durante unos dieciséis siglos, Xian, antigua Chang’an, fue el punto
inicial de una de las vías comerciales más importantes de la historia: La Ruta de la Seda.
Humildemente unas pequeñas ruinas situadas
a las afueras del oeste de la actual Xian, marcan el lugar de partida de un
itinerario que se prolongaba a través de Asia hasta Europa, en un recorrido de
más de ocho mil kilómetros, que unía China con la Roma Imperial y que recibió
el nombre de la principal mercancía que se transportaba: la seda.
La
Ruta de la Seda
comenzó a utilizarse de forma regular hacia el año 121 a.C., cuando el
emperador Wudi, de la dinastía Han, sometió extensos territorios de Asia
Central, mediante conquistas y alianzas. La
Ruta partía de Chang’an (Xian), recorría la llanura del norte de China,
atravesaba las cordilleras de Pamir y Karakorum hasta Samarcanda y Bactriana,
para continuar hasta Damasco, Edesa y los puertos mediterráneos de Alejandría y
Antioquía. Las caravanas, que en los tiempos de mayor tranquilidad política
llegaban a alcanzar los diez kilómetros de longitud, solían traspasarse las
mercancías en lugar de recorrer toda la ruta. Las mercancías más habituales
eran la seda de China, y lana, oro y plata de Roma.
En la actualidad, con su modernidad y con
una población de nueve millones de habitantes, todavía siguen vivos su pasado y
tradiciones. Ejemplo de ello es como Xian recuerda con devoción a su heroína
local, Fa Mulan, la muchacha que durante el reinado de los Tang se hizo pasar
por soldado y contribuyó, de forma destacada, a rechazar un ataque de los hunos
del norte a la capital del imperio. Leyenda que todos más o menos conocemos a
través de la película de Disney.
Según una antigua tradición histórica,
cerca del pueblo de Lin Tong a las afueras de Xian, bajo un montón de tierra,
en las entrañas de una colina artificial, se encontraba sepultado el primer
emperador de China. Las leyendas tenían razón… Acababan de desenterrar la
primera figura de terracota, uno de los trescientos treinta y dos ballesteros
del monumental ejército que montaba guardia en el mausoleo del emperador Qin
Shihuangdi. Poco a poco el hallazgo iría saliendo a la luz…
Pero lo que hace a Xian un lugar único y
por ello es conocida en todo el mundo, es por albergar el mayor tesoro
arqueológico de China. Se trata de todo un ejército, construido en terracota, a
tamaño natural y dispuesto en orden de batalla. El descubrimiento de este
fabuloso tesoro arqueológico se produjo en la primavera de 1974, cuando cuatro
campesinos de Lintong excavaban un pozo de agua cerca del monte Li, no lejos de
la antigua ciudad de Xian. Los labradores se afanaban en cavar junto a una
plantación de caquis cuando, casualmente, una de sus palas se topó contra un
obstáculo duro. Los cuatro hombres observaron como un fragmento de cerámica de
color rojizo sobresalía de entre la tierra removida. Poco a poco separaron la
tierra de alrededor del objeto y comenzó a surgir una cabeza y, a continuación,
un torso humano cubierto por una especie de armadura, con los brazos
sosteniendo firmemente una ballesta y en actitud de estar dispuesto para
disparar.
La disposición de este colosal ejército, enterrado
en formación de batalla ya que el emperador Qin Shihuangdi creía que en la otra
vida tendría aún estas tropas bajo su mando, se abre con la infantería ligera
actuando de avanzadilla, seguida de la caballería, compuesta por una formación
de lanceros con coraza y otra de caballeros que van a pie, llevando a sus
caballos por las bridas o conduciendo carros de combate tirados cada uno por
cuatro caballos. Toda la formación está flanqueada por arqueros, con la mitad
de ellos de pie y la otra mitad con la rodilla derecha en tierra, mientras que
a la retaguardia de la formación se sitúan los generales y altos oficiales,
preparados para dirigir la batalla. En total más de siete mil soldados y más de
cien carros de combate, repartidos por un área de más de veinte mil metros
cuadrados y distribuidos en tres fosas.
En los últimos años de su reinado, el
emperador Qin Shihuangdi buscó obsesivamente la inmortalidad. Para ello se
rodeó de médicos y magos de todo tipo, con la única misión de encontrar un
brebaje que le permitiera vivir para siempre. Al no ser posible, el primer
emperador se refugió en las creencias de la época que consideraban que la
existencia en el más allá seguía los
mismos ritmos y rutinas que la vida sobre la Tierra. Por eso Qin Shihuangdi
decidió hacerse acompañar en la muerte por todo lo que le rodeaba en vida, sin
escatimar lujos y comodidades, ni poderío militar que pudiera necesitar, según
la creencia mayoritaria del momento, en la otra zona del Universo, es decir,
bajo tierra, en el subsuelo.
En la actualidad la colina artificial que
alberga el mausoleo con los restos del primer emperador aún continúa sin
explorar a la espera de que la tecnología y los recursos disponibles, sean los
adecuados para no causar daños irreparables en los restos arqueológicos que
allí se encuentren. Del mismo modo, también se especula con la posibilidad de
que, en los alrededores de la colina de la tumba, en el futuro puedan aparecer
nuevas fosas con más soldados de terracota o con otras figuras como cortesanos,
sirvientes, músicos, concubinas o figuras representativas de animales de todo
tipo.
Ángel
Alonso
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